Artículo de la revista N.º 100 escrito por Elisa Villagrasa

Desde el año 2016 soy la Coordinadora del Servicio de Voluntariado y en diversas ocasiones he realizado escritos comentando aspectos relacionados con este colectivo. Pero en este número tan especial de nuestra revista quiero profundizar un poco más sobre esta importante «columna» de nuestra Asociación.

SEDIBAC es una Asociación sin ánimo de lucro, y ello quedó manifestado cuando a los 3 años de vida, ya inició el Servicio de Voluntariado.

Son muchas las personas que durante estos años han pasado por este Colectivo. Debemos ser agradecidos –muy agradecidos–, pues sin ellas, no hubiese sido posible realizar nuestra labor.

Todas/os han realizado un importante y positivo servicio. Han sido fieles al Compromiso y se han implicado con responsabilidad y con un elevado sentimiento de solidaridad, humanismo y altruismo.

Ser Voluntaria/o exige tener un espíritu de sacrificio, generosidad y abnegación, y una sólida voluntad de servicio.

La Voluntaria/o desarrolla su labor en silencio, en solitario, con sencillez, humildad, entrega, optimismo, ilusión, alegría, y sin egoísmo.

Es sensible, paciente, tolerante y empática/o, y en todas sus acciones le pone Amor.

Sabe que la finalidad de su servicio es mejorar la salud y el bienestar de las personas, acompañándoles en su situación, pero respetando su independencia y libertad. Sin juzgarles ni intentar modificar su actitud.

Es consciente de la importancia de saber «escuchar», y que la finalidad de sus terapias «no es hacer milagros», sino trabajar para mejorar la calidad de vida y de salud de sus pacientes.

El «capital» que la Voluntaria/o aporta a su labor son sus conocimientos y experiencias terapéuticas, su trabajo y su tiempo.

La Voluntaria/o es una persona «corriente» que realiza actuaciones «extraordinarias».

Pertenecer al Colectivo ayuda a ser más humildes, menos orgullosos, más optimistas y sencillos. Y, sobre todo, nos hace sentir bien con nosotros mismos y, por consiguiente, ser algo más felices.

Recibimos la satisfacción de sentir que hemos sido útiles y que por nuestra intervención alguien se siente mejor.

La Voluntaria/o es consciente de que con su actuación le está devolviendo a la sociedad una pequeña parte de lo mucho que la vida le ha dado, y no espera que le den las gracias por su acción o ayuda, pues la satisfacción que recibe es un beneficio espiritual. Ya lo dijo nuestro Maestro Bach: «Convertir el egoísmo en la dedicación a los demás».

Su labor no tiene «precio», pero tiene un alto «valor». La Voluntaria/o recibe una elevada recompensa por su trabajo, que es superior a cualquier importe económico.

Una mirada, una sonrisa, un abrazo, una palabra de agradecimiento de las personas que ayuda es un capital invalorable.

La Voluntaria/o recibe mucho más que lo que da.

Una de las pocas maneras de conseguir ser feliz en nuestra vida es trabajando por la felicidad de los demás.

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