El arte de la escucha. Articulo web

Herramientas en la entrevista de Terapia Floral. Del arte de la escucha al arte de la pregunta. (1ª parte)

Artículo de la revista N.º 110 escrito por Carina Bouffard [1] 

carinab@desarrolloindividual.com

«Para ser completamente efectivo en la escucha activa se debe tener un intenso interés por el hablante».  Carl Rogers.

Escuchar es un arte, y muy especialmente cuando nos referimos a la escucha en un proceso de terapia floral. La escucha activa consiste en tener toda la atención en el otro, respetando todo lo que dice y con disposición total para conocer su universo interior.

Decíamos en el capítulo anterior que, para ser precisos en la elección de las flores necesarias, es fundamental comprender qué significan las palabras que la persona nos expresa en consulta.

Las palabras son el resumen simple de las experiencias que trae la persona, de manera que debemos detallarlas y hacerlas más comprensibles, sin adivinar o presuponer lo que en realidad no manifiestan y sin recurrir a nuestra experiencia personal para tener una idea de lo que la otra persona dice.

Esto se consigue, primero desde la escucha activa y, segundo, desde la pregunta respetuosa. Estas preguntas nos van a facilitar el recoger información, aclarar significados, identificar las posibles limitaciones, abrir nuevas opciones y, cómo no, elegir la flor adecuada que va a acompañar el proceso de cambio.

Una buena escucha garantiza una buena pregunta, y las preguntas de calidad solo se pueden ofrecer desde la escucha de calidad.

Algunas actitudes que favorecen el arte de escuchar son: silencio interior, calma emocional, flexibilidad y apertura, curiosidad, acompañar con respeto, asentir de vez en cuando para dar evidencias no verbales de que “te estoy entendiendo”, respetar el ritmo de la persona y, sobre todo, humildad para no juzgar.

El arte de la pregunta permite, por un lado, que la persona clarifique lo que nos quiere transmitir y, por otro, que extraiga de dentro de sí misma sus propias respuestas.

Todas estas preguntas quedan recogidas desde la PNL en el denominado Metamodelo del Lenguaje, que desarrollaremos en este artículo y en sucesivos.

Para tener dominio lingüístico debemos tener idea de cómo funcionamos. Cuando relatamos una experiencia por medio del lenguaje, de forma natural e inconsciente eliminamos, generalizamos y distorsionamos la información, tal como ya comentamos en el capítulo anterior.

Entendemos las palabras que la persona dice, pero no la experiencia que sustenta estas palabras. Así que si queremos entender realmente debemos “abrir” el lenguaje y recuperar la información que está en la experiencia interna de la persona.

Lo interesante aquí es revelar el modelo del mundo del otro, no para confirmar mi hipótesis, puesto que lo importante es lo que hay detrás de la frase, no lo que pienso yo sobre eso. Esta es la verdadera razón de ser de esta técnica:

Qué pregunta hacer para que a través de una estructura lingüística se revele la experiencia que la persona trae a consulta.

Esto es lo que logra el Metamodelo del Lenguaje, un conjunto de preguntas que hacen que, cuando escucho a una persona, la misma frase que he escuchado me dé las claves para hacer la pregunta adecuada. La frase no lo dice todo, aunque curiosamente nos da las pistas para preguntar con la intención de revelar la información y ampliarla.

Preguntar no es neutro ni aleatorio, implica una intención consciente y una dirección, porque ¿para qué sirve una pregunta? La respuesta es para buscar información. Y ¿cómo eliges la pregunta a hacer? Teniendo claro lo que quiero saber.

Es interesante comenzar por preguntas que centren el tema y que nos aporten información que no está explícita, sobre todo a nivel de interpretación y estado emocional de la persona.

Os comparto cómo lo hago yo. Primero de todo me pongo en silencio interior y en actitud de curiosidad; luego me imagino una pantalla en blanco en la que se proyecta una película con lo que la persona me expresa. En cuanto falta algo en esa película lo pregunto para ir rellenando los huecos de información. No pongo nada de mi propia experiencia ni doy nada por supuesto y, si necesito confirmar algo, sencillamente lo pregunto de manera amable y creando sintonía, por ejemplo: – Al oírte comentar esto me surge la pregunta… Siento curiosidad por… –

Las personas tendemos a suprimir, generalizar y distorsionar las informaciones que emergen en el relato de nuestra experiencia y más cuando hablamos de emociones que nos hacen perder la objetividad.

En este artículo vamos a ocuparnos de las eliminaciones y en los siguientes continuaremos con las generalizaciones y las distorsiones.

Eliminaciones: Siempre que hablamos sobre nuestra experiencia omitimos una gran parte de la información, ya que explicar con todo lujo de detalles sería muy tedioso y largo, así que expresamos solo aquello que nos parece significativo.

Vamos a ver cómo podemos hacer aflorar las eliminaciones que se producen en un relato.

Estas eliminaciones pueden ser por omisión del referente, es decir que no queda claro a qué se hace referencia, o por omisión comparativa: no queda claro con qué se está comparando.

Explicaremos ahora las eliminaciones por falta de referente: Para ello, ¿cuáles son las preguntas que tienen que ver con una experiencia concreta? Fácil: ¿Qué?, ¿Quién? ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Con quién?

Veamos un ejemplo. Si la persona nos expresa: “Me molestan las personas que no dicen lo que piensan”, entendemos el significado de la frase, pero en realidad no sabemos a qué se está refiriendo con esto así que, cuando preguntemos, estaremos llevando su atención hacia donde indica la pregunta.

– ¿Quién no dice? – Mi compañera.

– ¿Qué no dice? – Que la carga de trabajo es excesiva.

– ¿Dónde no dice? – En la reunión de equipo.

– ¿Cuándo no dice? – Cuando el jefe pregunta por nuestro trabajo.

Aquí ya tienes clara la película que está dentro de la persona cuando se expresa y hemos buscado rellenar los huecos de información para comprender.

He enunciado las preguntas de esta manera con el fin de hacerlas didácticas, y obviamente no deben formularse como si de un interrogatorio se tratara, sino creando sintonía, usando un tono de voz suave y una velocidad adecuada, y respetando los silencios y los tiempos de la persona que consulta.

Por ejemplo:

– Cuando expresas que te molestan las personas que no dicen lo que piensan, ¿a qué persona te estás refiriendo?

Supongo que habréis echado en falta la pregunta ¿cómo? Esta es una forma sutil de eliminación. No se elimina el verbo de la frase, dado que esta no tendría sentido, pero

el verbo queda inespecífico. Se trata entonces de hacer una pregunta que haga precisar el verbo y obtener una descripción más detallada del proceso.

Siguiendo con el ejemplo:

– ¿Cómo específicamente te molesta? – Me mira a mí y ella se calla.

– ¿Y cómo específicamente te molesta esto?  -Se crea una situación difícil.

Aquí tenemos otro tipo de eliminaciones, son las que se producen por omisión comparativa. Las detectamos cuando se compara algo y no se especifica con qué se está comparando. A menudo se utilizan adjetivos del tipo: mejor, peor, difícil, barato.

Si seguimos con el ejemplo:

– Se crea una situación difícil – ¿Difícil comparado con qué?

– Con mantener un ambiente cordial y de buen rollo. Yo prefiero hacer todo el trabajo que reivindicar y tener que confrontar.

Así vemos que con la primera frase “Me molestan las personas que no dicen lo que piensan” podríamos estar considerando una personalidad fuerte o crítica y barajar flores como Beech, Rock Water, Vervain… Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Cuando entendemos la experiencia interna de la persona, las flores que nos vienen serían del tipo Agrimony o Centaury.

Preguntar es un arte, hace que la persona piense, acceda a información que no tenía muy clara, a sentimientos que estaban inconscientes, a replantearse puntos de vista.

Es por ello que debe hacerse con mesura, utilizando las preguntas que consideremos que van a ser relevantes para tener acceso a una determinada información y que nos van a permitir seguir avanzando en el proceso.

Para llevar el arte de la escucha al arte de la pregunta, pon la atención en la persona que viene a consulta, no en ti, ni en tus dificultades, ni en tu historia, ni en tus diálogos internos. No estés pensando en qué pregunta hacer y menos en qué flor será la adecuada. Fíjate en la otra persona, en cómo dice lo que dice, su lenguaje corporal, sus silencios. Crea sintonía, sé empático, mantén tu silencio interior y tu escucha activa. Ten curiosidad y un intenso interés por ella y verás que las preguntas adecuadas devienen solas y la Flor que la persona necesita también.

[1] www.desarrolloindividual.com

Terapeuta floral

Lda. en Farmacia-Máster en PNL y Coaching

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