Las mal diagnosticadas alergias al pelo de un animal
Artículo de la revista N.º 113 por Enric Homedes y Carme Roig
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Según la Descodificación Biológica, los problemas relacionados con la piel, concretamente la epidermis, pueden estar vinculados con un conflicto de separación; es decir, con el estrés que supone para cualquier mamífero, humano o animal, el hecho de necesitar más cercanía o más contacto respecto a su base segura, o bien la necesidad de más lejanía o menos contacto respecto al estímulo estresante.
Este sería el caso de un adulto que demanda más cercanía o más lejanía a su pareja, o a algún otro miembro de su familia y que, al no poder satisfacer su necesidad interior de estar más tiempo acompañado o más tiempo solo, aumenta su nivel de estrés, pudiendo aparecer más tarde un síntoma cutáneo.
O el del niñ@ o del bebé que no se ha adaptado a la ausencia de un progenitor porque este se ha incorporado de nuevo al mundo laboral, o porque lo han llevado a una guardería o equivalente, o porque sus progenitores se han separado y vive esto, respecto a uno o a ambos referentes, de una forma conflictiva y por tanto estresante.
O el caso del animal que, tras un periodo estival de vacaciones donde ha estado permanentemente con sus propietarios, empieza a manifestar problemas en la piel al incorporarse estos a sus actividades habituales.
Para que un mamífero presente un síntoma físico, ha de estar viviendo o haber vivido una situación que le produce o le ha producido estrés. Y frente a este nivel de estrés, su biología, a la corta o a la larga, puede producir un síntoma físico, más leve o más grave, dependiendo de la intensidad del estrés y de la mayor o menor permanencia del estímulo estresante.
Respecto a las manifestaciones cutáneas relacionadas con los conflictos de separación, en este artículo nos centraremos en las “mal etiquetadas” alergias al pelo de los animales, que pueden manifestarse en la adultez, la infancia o en cualquiera otra etapa de la vida.
Nos preocupa, por qué no decirlo, y mucho, el hecho de que un pediatra, dermatólogo o veterinario, en su buena práctica clínica, y amparándose siempre en los criterios estudiados en sus respectivas facultades, frente a un síntoma dermatológico en un humano, como por ejemplo un eccema, diagnostique probablemente que se trata de un problema de alergia al pelo de un animal, si ese humano convive con algún perro, gato,… y acabe derivándose al animal hacia otra familia, a una protectora o, en el peor de los casos, se lo abandone o sacrifique.
Muchos problemas dermatológicos tienen un origen emocional. Para ejemplarizar esta afirmación pongamos el caso de un niñ@ o un bebé, que presenta eccemas en la piel de mayor intensidad al regresar a casa después de haber estado en la guardería o en el colegio, y durante los fines de semana.
Dado que la intensidad del síntoma aumenta al estar en casa, una de las primeras preguntas que el pediatra va a formular estará relacionada con el hecho de averiguar si se convive con algún animal. Y a pesar de que la pregunta está formulada desde una perspectiva lógica, si la respuesta es afirmativa, seguramente dará un diagnóstico de alergia al pelo del animal, ya que el síntoma siempre aparece en casa, sin preguntarse, ni preguntar a continuación, qué vivencias o situaciones nuevas está experimentando ese niñ@ o ese bebé cuando no está en casa, que puedan explicar también la ausencia o la expresión mínima del síntoma fuera de la vivienda habitual.
Si el pediatra o el veterinario se hubieran planteado y hubieran preguntado esa segunda cuestión, es decir, qué había cambiado en la vida de ese niñ@ o de ese bebé antes de presentar los síntomas cutáneos, en muchos casos hubieran averiguado que la aparición del síntoma coincidía con la escolarización del niñ@ o con su nueva etapa en una guardería, o con la incorporación de su mamá o de su papá al mundo laboral, o con cualquier otra situación en la que ese niñ@ o ese bebé estaban viviendo con estrés la separación frente a un ser muy querido, y a la vez aún muy necesario en su vida, y que esa separación la experimentaba con unos sentimientos determinados y con unas emociones muy viscerales que le producían mucha tensión.
La mayoría de niñ@s y de bebés seguramente van a vivir este tipo de situaciones como algo relativamente normal, y a los pocos días se adaptarán y no presentarán mayor problema. De todas formas, recomendamos hacer un tratamiento floral preventivo durante la semana anterior a la vivencia de separación respecto a su mamá o respecto a la figura que realiza la función materna (padre, abuelos, canguro, …) y también recomendamos tratamiento floral a su figura de referencia para mejorar la adaptación de ambos a esa nueva etapa. No olvidemos que las emociones con las que la madre o la figura cuidadora viven la separación también van a afectar a cómo ese niñ@ o bebé viven esa nueva experiencia.
Aunque muchos niñ@s van a vivir la etapa de escolarización sin ningún problema, hay otros que, por estar muy apegados a la persona que ha realizado la función materna, o bien porque tienen una tipología dependiente o evitativa, tendrán dificultades para adaptarse a esa nueva etapa y vivirán la separación frente a la figura de referencia con mucho estrés.
Ese tipo de niñ@ o de bebé, cuando su mamá o figura equivalente, “lo deposita” en la guardería o en la escuela, puede mostrar o no signos de estrés, o puede manifestar o no emociones de rabia, tristeza o enfado, todas ellas tratables con esencias florales si aparecen. Pero si posteriormente desarrolla un síntoma cutáneo, con toda seguridad ha vivido niveles de estrés importantes durante el transcurso de su estancia fuera de casa y frente a la manera de vivir la separación de “su base segura”. En su epidermis aparecieron pequeñas ulceraciones, apenas apreciables por el ojo humano que, por descontado, pasaron desapercibidas por el personal que lo cuidó y atendió durante el tiempo que estuvo fuera de casa.
El nivel de estrés vivido a lo largo del tiempo que ha sido separado de su base segura va a disminuir o a desaparecer por completo en el momento en el que su mamá o su figura de referencia lo recoja de la guardería o equivalente y, por descontado, durante todo el fin de semana, donde va a permanecer en continuo contacto con sus progenitores.
Las micro ulceraciones inapreciables de la epidermis, formadas durante la fase de estrés, deberán ser regeneradas con el aporte de sangre rica en oxígeno y nutrientes para reconstruir los tejidos dañados y, por tanto, la inflamación y la rojez harán acto de presencia en la zona dañada, así como un eccema que será etiquetado por el pediatra como una dermatitis por contacto al pelo de un animal.
Evidentemente, sacar al animal fuera de casa, después de lo expuesto anteriormente, no soluciona el problema. Y este hecho lo hemos comprobado muchas veces.
La solución definitiva de esta manifestación cutánea en ese ese niñ@, bebé o animal, es acompañarlo con las esencias florales en la gestión de las emociones viscerales que surgen frente al conflicto de separación en su fase activa, rebajando así los parámetros de estrés que se producen durante el tiempo que permanece alejado de su base segura.
A nivel transpersonal, para gestionar un conflicto activo de separación en cualquier mamífero y en cualquier etapa de su vida, recomendamos las siguientes esencias. Esto, sin olvidar la consideración y el tratamiento floral de su manera particular y personal de vivir esa necesidad interior no satisfecha de menor o mayor cercanía.
Flores para disminuir los umbrales de estrés:
Mimulus, Star of Bethlehem, Rock Rose, Elm
Flores para gestionar la necesidad interior de más cercanía:
Chicory y Heather
Flores para gestionar la necesidad interior de más lejanía:
Water Violet
Flores para gestionar la falta de adaptación y el rechazo a la situación conflictual de cercanía-lejanía:
Walnut, Beech, Rock Water
Flores para gestionar la angustia extrema y la ansiedad anticipatoria frente a un conflicto de separación:
Sweet Chestnut y Red Chestnut
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